Parashat Mishpatim 5769
Rabina Daniela Szuster
En la parasha de esta semana encontramos varias leyes. En este shabat quisiera que profundicemos acera de una ley expresada en el siguiente versículo: “No has de propalar rumor falso” (Shmeot 23:1). La Tora nos pide que no hablemos mal de otra persona, que no transmitamos rumores falsos.
Es interesante que Rashi comenta que se refiere no sólo a quien divulga el rumor sino a quien lo escucha. También es malo ser pasivo y aceptar como verdadero todo lo que nos dicen de otras personas.
Si bien podemos pensar que esta ley es bastante obvia, nadie diría que está bien divulgar rumores sobre alguien, en la práctica, se transgrede más de lo que imaginamos.
Quisiera que hoy por un momento nos preguntemos por qué razón hablar mal de otra persona es tan atractivo para tanta gente. Si uno observa de lejos a un grupo, sean niños, sean adultos, que están hablando mal de un tercero; podrán notar en ellos entusiasmo, emoción y pasión. Como si fuera algo divertido para hacer juntos.
Algunos podrán argumentar que si es verdad, es justificable.
Rambam dice en Mishne Tora : “¿Quién es calumniador? Es aquél que va de un lado a otro diciendo “así dijo mengano”, “esto escuché de fulano”; a pesar que sea verdad, está destruyendo el mundo” (Mishne Tora, Deot, cap.7:2).
Nuestra tradición nos dice: aunque sea verdad lo que se transmite, no se puede hacer en público. Deberíamos evitar de divulgar dicha información tan lastimosa para la persona.
Reflexionando sobre este tema, quisiera compartir con ustedes un cuento resumido de Peretz.
(Aún más alto)
“Hace mucho tiempo, en la época de Slijot (oración que se recita por la madrugada, en la semana anterior a Rosh HaShana), el rabino Nemirov desaparecía todas la mañanas.
No se lo veía por ninguna parte: ni en la sinagoga, ni en la casa de estudio y en la suya menos aún. ¿Dónde puede estar el rabi? Esa era la pregunta que todos se hacían”…
Voy a detenerme en esta parte del cuento. ¿Qué pensarían si el rabino o cualquier persona no está presente en un momento determinado que se supone que debería estar? Al principio creerían que tuvo algún inconveniente. Pero qué pasa si ocurre lo mismo una y otra vez. No sería de extrañar que una u otra persona comience a transmitir algún tipo de rumor sin saber verdaderamente lo que ocurría.
Sigue el cuento…
Una vez, entre todos estos comentarios pasó Shmuel, un chico de diez años muy curioso y al escuchar decidió investigar el misterioso asunto. Esa misma tarde, después de la oración, Shmuel se introdujo a escondidas en la habitación del rabino y se metió debajo de la cama. Se quedaría allí toda la noche y vería con sus propios ojos donde estaba el rabino en época de Slijot.
De madrugada oyó que llamaban para las oraciones de Slijot. El rabino no dormía desde hacía mucho rato. Shmuel se limitó a escuchar, mientras permanecía acostado. Luego de un rato Shmuel escuchó el crujido de las camas en la casa, oyó como los familiares bajaron de ellas, murmuraron una oración, se lavaron las manos, oyó el golpear de las puertas… Luego la gente salió de las casas; nuevamente todo quedó silencioso y oscuro.
El rabino se levantó. Primero rezó sus oraciones y después se acercó al ropero y sacó de el un paquete que contenía un traje de leñador: pantalones de lino, botas, un saco, un gorro de piel con una ancha tira de cuero y se lo puso. Sacó de debajo de una cama un hacha y la puso en el cinturón.
Este salió de la casa y y comenzó a caminar .Shmuel detrás de él. Caminó y caminó y se alejó de la ciudad. Detrás de la ciudad había un pequeño bosque. El rabino camino 30 o 40 pasos y se detuvo ante un árbol. Shmuel quedó perplejo al ver que este sacó el hacha de su cinturón y comenzó a cortar el árbol. Vio como el rabino hachaba y ataba un haz de leña con la soga que sacó de su bolsillo. Colocó el haz de leña sobre su espalda, puso nuevamente el hacha en el cinturón y echó a caminar rumbo a la ciudad.
En una callejuela se detuvo ante una choza medio derruida y dio unos
golpes en la ventanita. -Quién es? –preguntó una voz asustada del interior de la choza. Shmuel reconoció la voz de una anciana enferma.
El rabino entró, mientras ponía la leña en la chimenea, este, suspirando, dijo la primera oración de Slijot. Cuando encendió la leña dijo la segunda oración.
La tercera oración la dijo cuando la leña se quemó.
Pasó el tiempo y Shmuel creció, y cuando escuchaba a la gente decir
que el rabino se elevaba al cielo todas las mañanas en época de Slijot; comentaba en voz baja: -Quizas más alto todavía!…
La gente podía haber pensado muchas cosas de este rabino pero éste no hacía más que ayudar a una pobre mujer enferma.
Vivimos pensando mal de las personas, divulgando rumores en vez de cercioramos de lo que decimos y cuidar nuestra lengua. Las palabras pueden ser tan crueles hasta el punto de destruir o lastimar a una persona.
Como dice en los salmos (34:14): “Guarda tu lengua del mal, tus labios de la mentira. Aléjate del mal y haz el bien, busca la paz y persíguela”.
Parashat Mishpatim 5769
Rabbi Daniela Szuster
This week’s parasha presents various laws. Tonight I would like us to delve into the one given in the following verse: “You shall not spread a false report” (Shmot 23:1). The Torah directs us not to speak badly of another person, not to transmit false rumors.
It is interesting to note that Rashi observed that the law is aimed not only at the person passing on the rumor, but also to the person who listens. Thus, we learn that it is also wrong to passively accept what others say.
Although we might think that this law is quite obvious, that nobody would advocate for rumor-mongering, it is transgressed more than we might imagine.
I would like us to ask ourselves for a moment why speaking badly of others seems to be so attractive to so many people. If you observe a group of people criticizing others, be they children or adults, more often than not, there is an air of emotion, enthusiasm, passion, as if it were a sort of entertaining pastime.
Some might argue that if the rumor turns out to be true, then repeating it is justifiable.
Rambam says in Mishne Tora : “Who is the slanderer? It is he who goes around saying ‘So-and-so told me…,’ ‘I heard this from so-and-so…’ Even if it is truth, he is destroying the world.” (Mishne Tora, Deot, cap.7:2).
Our tradition teaches us that even if one is telling a painful truth about another, such should not be done in public. We should make our absolute best effort to avoid disclosing damaging information.
Reflecting on this theme, I would like to share a story written by Peretz.
“A long time ago, during the period of Slichot (penitential prayers recited in the early morning the week prior to Rosh HaShana), Rabbi Nemirov disappeared every morning. They could not find him anywhere, not in the synagogue, not in the house of study, nor in his own library. Where can the rabbi be? This was the question on everyone’s lips…”
I want to stop here for a minute. What would you think if the rabbi or any person was not present in a particular place at the time you expected him or her to be there? You might think that some problem came up at the last minute. But what would you think if it happened more than once? It would not be surprising if people started to speculate and spread rumors without knowing what really happened.
Back to the story…
One day, Shmuel, a curious boy of ten years old, passed by while people were discussing the rabbi’s whereabouts. He decided to investigate the situation, so that afternoon, after services, he sneaked into the rabbi’s bedroom and hid under the bed. He would stay there all night and would see with his own eyes where the rabbi went during Slichot.
At dawn, he heard people calling for the start of Slichot. The rabbi had been awake for some time. Shmuel just listened, still lying under the bed. After a while, Shmuel heard the creaking of beds and the sounds of the family getting up. They murmured a prayer and washed their hands. He heard doors slam as the people left the house. Then it was silent and dark again.
The rabbi got up. He said his prayers, then went to his closet and took out woodcutter’s clothes - denim pants, boots, a vest, a wide-brimmed leather cap – and put them on. He took an ax from under the bed and attached it to his belt.
He left the house and began walking, with Shmuel behind him. He walked and walked, leaving the city behind. Behind the city there was a small forest. The rabbi walked 30 or 40 steps and stopped before a tree. Shmuel was surprised to see him take the ax from his belt and begin to cut down the tree. He watched the rabbi cut the tree, then tie up a bundle of firewood with a rope that he took from his pocket. He put the bundle on his back, put the ax back on his belt, and began the walk back to the city.
He entered an alleyway, stopped in front of half-destroyed shack and knocked on the window. “Who is it?” asked a trembling voice from inside the shack. Shmuel recognized the voice of an elderly woman who was ill. The rabbi went in. As he arranged the wood in the stove, he recited the first prayer of Slichot. As he lit the fire, he said the second prayer. When the wood ignited, he said the third prayer.
Time passed and Shmuel grew up. When he heard people say that the rabbi got close to heaven on Slichot mornings, Shmuel said to himself “Even higher than that!”
People might have thought a lot of different things about the rabbi, but the fact is that he was out helping a poor, sick woman.
We live thinking badly of people, spreading rumors instead verifying information and watching our tongues. Remember that words can be so destructive as to injure or destroy a person. As it is written in the Book of Psalms (34:14-15): “Keep your tongue from evil, and your lips from speaking guile. Depart from evil, and do good; seek peace, and pursue it.”
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