El desierto aparece en la Torá como una metáfora que nos habla de nuestro propio transitar por este mundo. Hay molestias, cansancio, frustraciones, esperanzas; hay luces, y hay sombras. En esta ocasión nuestra parashá está atravesada por las sombras de la muerte. Esto se da por lo menos en tres instancias:
1.- El sacrificio de la vaca roja (pará adumá).
2.- La muerte de Miriam.
3.- La muerte de Aarón.
Es el sacerdote Eleazar, hijo de Aarón quien debe hacerse cargo de que la vaca roja sea sacrificada fuera del campamento. ¿Por qué Eleazar y no Aarón? Algunos comentaristas ven en la vaca roja, la antítesis del becerro de oro; y como fue Aarón el que construyó el becerro de oro y permitió que el pueblo se contaminara en la idolatría, se le pide a su hijo y no a él, que sacrifique la pará adumá.
Una vez que la vaca era sacrificada y reducida a cenizas, estas eran utilizadas para purificar a quienes habían estado en contacto con algún cadáver; algo muy natural en épocas de guerra y/o enfermedades. Eleazar quedaba técnicamente impuro hasta la noche por el hecho de haber manipulado sangre (o sea impedido de participar de las cosas sagradas del Mishkan). Si bien hoy ya no hay sacrificios de animales, podemos ver en el relato de la pará adumá un símbolo de todo aquello que puede contaminar, desdibujar, nuestras acciones nuestros pensamientos. El alma siempre desea la luz, desea elevarse y estar en contacto con la luz infinita de la que proviene. Por eso busca todo aquello que lo eleve. Y en ese sentido es muy claro el primero de nuestros salmos que dice: Feliz quien no anda en camino de malvados, ni en sus sendas se detiene, ni se sienta junto a ellos (1:1).
Otro de los temas dolorosos que trata la parashá es cuando se van los referentes. En nuestro texto Miriam y Arón dejan este mundo. Eran los líderes junto a Moisés de una comunidad que se iba transformando a la vez que transitaba el camino del desierto. El desierto puso en evidencia que el pueblo soñaba con la tierra prometida pero no estaba preparado para la travesía. Las críticas llovían, especialmente contra Aarón y Moshé, pero cuando los líderes dejaron nuestro mundo, el pueblo se dio cuenta que sin ellos no hubiese sido posible llagar hasta donde llegaron. La muerte de Aarón fue llorada durante treinta días. Es este uno de los antecedentes que la Torá nos muestra de nuestro período de duelo que hoy llamamos "shloshim".
El desierto puso a prueba la paciencia, la fe y mansedumbre de Moisés. Dios le pide que le hable a la roca para que salga agua y él decide pegarle. ¡¡Qué diferencia entre el diálogo y la violencia!! Fue su único error en cuarenta años de desierto. Pero fue suficiente para que se le negara "la visa" para entrar a la tierra prometida. Nuestra vida está llena de desafíos. Envejecer es obligatorio, pero crecer es optativo. Aquellos que decidieron dejar de soñar, de luchar por sus ideales, se resistieron a avanzar; no aceptaron que esto siempre implica cambios. Cuando ya no quisieron avanzar, el desierto se los tragó.
Tenemos hoy el privilegio de reconectarnos con nuestra luz interior y avanzar en el crecimiento personal y comunitario que tenemos por delante. No esperemos ver la luz al final del camino. La luz ya mora en ti. Atrévete a reconocer que eres una expresión de la divinidad en este mundo para alumbrar tu propio camino y el de los que te rodean.
Shabat Shalom
Rav Mariano del Prado.
Jukat
The desert appears in the Torah as a metaphor that speaks to us of our own journey through this world. There are discomforts, tiredness, frustrations, hopes; there are lights, and there are shadows. On this occasion our parsha is pierced by the shadows of death. This occurs in three instances:
1.- The sacrifice of the red heifer (paráh adumáh).
2.- Miriam's death.
3.- Aaron´s death.
It is the priest Eleazar, son of Aaron who must ensure that the red heifer is sacrificed outside the camp. Why Eleazar and not Aaron? Some commentators see the red heifer as the antithesis of the golden calf; and since it was Aaron who built the golden calf and allowed the people to be defiled in idolatry, his son and not him is asked to sacrifice the parah-adumah.
Once the cow was slaughtered and reduced to ashes, they were used to purify those who had been in contact with a corpse; something very natural in times of war and/or disease. Eleazar was technically unclean until the evening because he had handled blood (i.e., prevented from partaking of the sacred things of the Mishkan). Although today there are no longer animal sacrifices, we can see in the story of the para-adúma a symbol of everything that can contaminate, blur, our actions, our thoughts. The soul always desires the light, it desires to rise to be in contact with the infinite light from which it comes. That is why he seeks everything that elevates him. And in this sense the first of our psalms is very clear, which says: Happy is he who does not walk in the way of the wicked, nor does he stand in their paths, nor sit by them (1:1).
Another painful issue that the parsha deals with is when the referents leave. In our text Miriam and Arón leave this world. They were the leaders, together with Moses, of a community that was transforming itself as it traveled the path of the desert. The desert made it clear that the people dreamed of the promised land but were not prepared for the journey. Criticism poured in, especially against Aaron and Moses, but when the leaders left our world, the people realized that without them it would not have been possible to get as far as they went. Aaron's death was mourned for thirty days. This is one of the antecedents that the Torah shows us of our period of mourning that today we call "shloshim".
The wilderness tested Moses' patience, faith, and meekness. God asks him to talk to the rock so that water comes out and he decides to hit him. What a difference between dialogue and violence!! It was his only mistake in forty years of desert. But it was enough for him to be denied "the visa" to enter the promised land. Our life is full of challenges. Aging is mandatory, but growing up is optional. Those who decided to stop dreaming, fighting for their ideals, resisted moving forward; they did not accept that this always implies changes. When they no longer wanted to advance, the desert swallowed them.
Today we have the privilege of reconnecting with our inner light and advancing the personal and community growth that lies ahead. Let's not expect to see the light at the end of the road. The light already dwells in you. Dare to recognize that you are an expression of divinity in this world to illuminate your own path and that of those around you.
Shabbat Shalom
Rav Mariano del Prado.
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