En la parashá de esta semana nos encontramos con una directiva dada por Dios a Aarón. La orden era simple, “enciende la luz de la menorá”. Es interesante que según el Talmud Babli, hasta alguien que no era sacerdote podía encender la menorá (Yomá 24b).
Pero surge la pregunta: ¿por qué se le pide a Aarón que se haga cargo del encendido del candelabro de siete brazos colocado dentro del Mishkan? Probablemente el sabio Hillel nos acerque la respuesta cuando nos describe algunos de los valores y virtudes de Aarón:
Hillel decía, sigue las enseñanzas de Aarón, que amaba la paz y corría tras ella (buscaba la paz), amaba a sus semejantes y los acercaba a la Torá. (Pirkei Abot 1,12).
En las palabras de Hillel encontramos algunas de las características de Aarón. Él no esperaba a que quienes estaban en la oscuridad se acercaran al lugar donde se encontraba la luz. Mas bien él se acercaba a ellos por el único mérito que tenían: el haber sido creados a imagen de ser Dios.
Otra idea que emerge de lo dicho por Hillel es que Aarón no acomodaba la Torá a los seres humanos, sino que elevaba a los seres humanos a través de los valores de la Torá.
Ahora bien, menciona Rashi que el texto de la menorá viene luego de las ofrendas presentadas por cada uno de los príncipes de las doce tribus. Aarón, siendo sumo sacerdote se entristeció por no haber presentado la ofrenda por la tribu de Leví. Imagino entonces al Creador diciéndole a Aarón:
Sabes, no estés triste, dejé para ti este momento porque es similar al momento de la creación. En aquella oportunidad fui Yo quien encendió la luz del universo. Fue mi voz la que dijo sea la luz, y se hizo la luz. Ahora, eres tú quien ha de encender una lámpara que jamás se apagará.
En la menorá estamos todos representados. Nos cuenta el libro de los Proverbios que el alma judía es la luz divina encendida en nosotros y que escudriña cada rincón del ser humano (20:27). La luz siempre disipa la oscuridad. Nuestra vida está llena de momentos de oscuridad. Pueden ser momentos donde no vemos salida a la situación que tenemos que enfrentar. Es allí donde aparecen el cansancio, el desgano, la fatiga, la desilusión, la frustración, el abandono, la baja autoestima o la depresión. Momentos donde por un instante pensamos que se nos esfumó el sentido de nuestra existencia, momentos en los que creemos que nada de lo que hemos estado haciendo ha valido la pena o el esfuerzo.
Así como Aarón entró al santuario, entremos nosotros al nuestro. Miremos hacia nuestro interior y tomémonos el tiempo para reconocer la divinidad que mora en nosotros. En ese momento verás como la llama de la luz de tu alma brilla desde tu interior para marcarte la senda a transitar y que ningún otro podrá transitar por ti, porque tu misión en este mundo es única como tú eres único.
Shabat Shalom
Rav. Mariano
BEHALOTCHA
In this week's parsha we find a directive given by God to Aaron. The order was simple, "turn on the light of the menorah." It is interesting that according to the Babilonian Talmud, even someone who was not a priest could light the menorah (Yoma 24b).
But the question arises: why is Aaron asked to take charge of lighting the seven-branched candelabra placed inside the Mishkan? The wise Hillel probably brings us the answer when he describes some of Aaron's values and virtues:
Hillel said, follow the teachings of Aaron, that he loved peace and ran after it (sought peace), loved his fellow men and brought them closer to the Torah. (Pirkei Abot 1:12).
In Hillel's words we find some of the characteristics of Aaron. He did not wait for those in the darkness to approach the place where the light was. Rather, he approached them because of the only merit they had: that they were created in the image of God.
Another idea that emerges from Hillel's statement is that Aaron did not accommodate the Torah to human beings, but elevated human beings through the values of the Torah.
Now, Rashi mentions that the text of the menorah comes after the offerings presented by each of the princes of the twelve tribes. Aaron, being high priest, was grieved that he had not offered the offering for the tribe of Levi. I then imagine the Creator saying to Aaron:
You know, don't be sad, I left this moment for you because it's similar to the moment of creation. On that occasion it was I who turned on the light of the universe. It was my voice that said let there be light, and there was light. Now, it is you who must light a lamp that will never go out.
In the menorah we are all represented. The book of Proverbs tells us that the Jewish soul is the divine light lit in us and that it scrutinizes every corner of the human being (20:27). Light always dispels darkness. Our life is full of moments of darkness. They can be moments where we see no way out of the situation we have to face. It is there where tiredness, reluctance, fatigue, disappointment, frustration, abandonment, low self-esteem or depression appear. Moments where for an instant we think that the meaning of our existence has vanished, moments in which we believe that nothing we have been doing has been worth the effort.
Just as Aaron entered the sanctuary, let us enter ours. Let us look inward and take the time to recognize the divinity that dwells in us. At that moment you will see how the flame of the light of your soul shines from within you to mark the path to travel and that no one else will be able to walk for you, because your mission in this world is unique as you are unique.
Shabaat Shalam
Rav. Mariano
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