Shabat Shalom!
En uno de los variados videos de National Geographic que he visto sobre la naturaleza de los depredadores, sentí cierta pena por una pequeña gacela que fue despedazada por varios leones. Pero me he preguntado, ¿que me llevó a sentir eso? La acción de los leones que despedazan a otro animal para comerlo no es ni moral ni inmoral, sino un acto manifiestamente neutro, fuera del alcance del lenguaje del juicio moral. La naturaleza misma está desprovista de los valores del bien y del mal y dentro de ella solo existen "leyes" de supervivencia: “El más fuerte sobrevive”. Acorde a la teoría de Darwin si la leona no depredara a otros animales, ella y sus cachorros no existirían en la lucha por la supervivencia, y los demás animales sí vivirían. La moralidad, el concepto del bien o del mal, sólo existe cuando se tienen claras directivas sobre lo que está permitido y lo que está prohibido hacer, cualquiera que sea su origen cultural, siempre y cuando exista también la posibilidad de elegir si cumplir o nó, con estas directivas. La moral y la naturaleza son mutuamente incompatibles. El acto natural se realiza sin necesidad de un orden moral que lo lleve a cabo, y por lo tanto no tiene sentido pretender encontrar la moral en la naturaleza. De aquí que, la moralidad tiene un significado cuando existe la demanda de desviarse de la naturaleza, de restringir la naturaleza, de superar el instinto natural, de esforzarse. Los mandamientos de toda la Torá y en particular, en los muchos mandamientos que contiene la porción de esta semana Parashat Mishpatim, constituyen la moralidad, el bien y el mal frente a la naturaleza. Así, por ejemplo, la mitzvá "No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderás en litigio inclinándote a la mayoria para hacer agravios" Éxodo 23:2, se basa en la conducta de un individuo frente a una mayoría que hace el mal. Aparentemente por naturaleza, existe la suposición de que los seres humanos tienden a actuar como un rebaño. La Torá ordena trascender esta naturaleza de “rebaño de ovejas” en el ser humano y enfrentarse a la mayoría, sobre todo cuando la mayoría hace el mal. Este es la actitud requerida también hacia los débiles de una sociedad: el pobre, la viuda y el huérfano. Quizás la pena que sentí al ver aquella gacela, fue porque los leones dirigieron sus esfuerzos agresivos precisamente hacia los más desfavorecidos y débiles de la manada, algo que les facilitaría la caza, y no hay en ello ningún valor de bondad o maldad en sus acciones. La Torá exige que el hombre supere esa naturaleza de ir por el camino fácil, y ordena “A ninguna viuda ni huérfano afligirán” Éxodo 22:22. Esta Mitzva nos exige vencer el deseo natural de buscar ganancias ante el débil o desfavorecido. Una persona que se conduzca de esa manera, la Torá lo califica de malvado. La semana pasada aprendimos de las tablas de los diez mandamientos, que el primer mandamiento es en sí la creencia de un Dios fundado en el deseo de libertad y la negación de la esclavitud. No es de extrañar, entonces, que también la porción Parashat Mishpatim, abra con el mandamiento de liberar al esclavo hebreo. “Si comprares siervo hebreo, seis años servirá; mas al séptimo saldrá libre” Éxodo 21:2. Esta mitzva habla del esclavo hebreo, pero la actitud de la Torá hacia la esclavitud de individuos de otros pueblos es más compleja. En los años que precedieron a la Guerra Civil Estadounidense, prominentes líderes religiosos judíos en los Estados Unidos participaron en debates públicos, generalmente por escrito, sobre la esclavitud de la gente de raza de color. En general, los rabinos de los estados del sur apoyaron la esclavitud, y los rabinos de los estados del norte se opusieron a la esclavitud, con muchas excepciones. El debate más notable fue entre el rabino ortodoxo Maurice Raphael, que apoyaba la esclavitud, y los rabinos reformistas David Einhorn y Michael Heilprin, que se opusieron a la esclavitud y la condenaron a nombre del Judaísmo. La posición teológica de los rabinos que estuvieron a favor de la esclavitud se apoyó en textos que se encuentran más adelante en la Torá con respecto a la naturaleza humana, o el deseo de los seres humanos de ser esclavizados por sus amos, por razones de hábito, miedo, comodidad y pereza, en lugar de elegir opciones de libertad y responsabilidad. El renombrado psicólogo Erich Fromm llamó a esta tendencia "Alternativa a la libertad" que por cierto existe aún en personas que prefieren ser atacadas verbalmente, inclusive golpeadas o subyugadas, sobre todo en una relación familiar, siempre y cuando su supervivencia esté asegurada y desde una zona de confort. Aun contra este deseo natural del ser humano de “esclavizarse”, la Torá lucha y hasta castiga severamente a aquellos que renuncian a la posibilidad de ser libres. En la haftará de Parashat Mishpatim en el libro de Jeremías 34 versículos 8 al 22, se cuenta una historia que trata sobre la debilidad humana en la lucha entre el orden moral de la libertad y la naturaleza humana para esclavizarse. En los días del Rey Sedequías obedeció el pueblo obedeció el mandato de Dios dejando ir a sus esclavos hebreos: “8 Palabra de Adonai que vino a Jeremías, después que Sedequías hizo pacto con todo el pueblo en Jerusalén para promulgarles libertad; 9 que cada uno dejase libre a su siervo y a su sierva, hebreo y hebrea; que ninguno usase a los judíos, sus hermanos, como siervos. 10 Y cuando oyeron todos los príncipes, y todo el pueblo que había convenido en el pacto de dejar libre cada uno a su siervo y cada uno a su sierva, que ninguno los usase más como siervos, obedecieron, y los dejaron”. Pero la historia continúa y describe como el pueblo se arrepintió de aquella buena obra y nuevamente renovaron la esclavitud. La historia no dice explícitamente por qué el pueblo se apartó del pacto escrito en la Torá y volvió a esclavizar y explotar a otras personas hebreas, pero está claro por la continuación del texto a quienes apunta el dedo acusador de Jeremías: “19 a los príncipes de Judá y a los príncipes de Jerusalén, a los oficiales y a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra”. Fueron precisamente los líderes del pueblo, los ministros y los sacerdotes, quienes dieron el ejemplo e inspiraron a la gente a dejar atrás los onerosos preceptos morales y volver a su instinto natural dentro de ellos. En efecto, a lo largo de la historia, son precisamente los líderes corruptos quienes han recurrido a oscuros instintos inherentes a la naturaleza humana, para barrer a las masas ofreciéndoles el camino fácil, quienes eliminan el yugo de la moralidad permitiendo volver a la "naturaleza animal", que explota al débil y al más necesitado e incita contra el extraño. Pero también sabemos a través de las lecciones de la historia, que su éxito fue a corto plazo. Esto también fue evidente en las palabras del profeta Jeremías, quien previó la destrucción del primer templo, precisamente por este comportamiento. La profecía de Jeremías no solo es válida para su época en Jerusalén y el templo, sino que es relevante aún hoy. Este país se acerca a celebrar elecciones para definir sus nuevos líderes que determinarán la vida política, social y económica de esta nación. La Torá nos pide ser cuidadosos con cualquier líder que permita que los fuertes vivan bien a costa de los débiles, que sean violados los derechos del pobre, la viuda y el huérfano, que no permita que vivamos acorde a valores humanos y no bajo instintos animales, que no permita estar atentos a nuestra naturaleza y controlarla para hacer el bien y lograr la paz. En el Talmud en el tratado de Shabát 31a, está escrito: “Rabá dijo, cuando un hombre es llevado al día de su juicio… (Después de su muerte) se le preguntará lo siguiente: ¿Hiciste transacciones honestas?” Esta pregunta no estaría dirigida únicamente a judíos. Tampoco se hace mención alguna sobre si se cumplió con determinada Mitzva, o si se realizaron las oraciones en tal forma, momento o lugar. El Judaísmo menciona conceptos universales: Honestidad, libertad y amor al prójimo, el llevar una vida de rectitud y justicia a un nivel espiritual muy elevado. Valdrá la pena tener en mente que al final, como está descrito en el libro de Jeremías, es precisamente sobre nuestra conducta que se nos pedirá rendir cuentas ante el Creador del Universo.
Shabat Shalom! Rabino David Laor 28 de Enero, 2022
Shabbat Shalom!
In one of the many National Geographic videos I've seen about the nature of predators, I felt a little sorry for a small gazelle that was torn apart by several lions. But I've wondered, what led me feel that? The act of lions tearing another animal to pieces for food is neither moral nor immoral, but a manifestly neutral act, beyond the language of moral judgment. Nature itself is devoid of the values of good and evil and within it there are only "laws" of survival: "The strongest survives". According to Darwin's theory, if the lioness did not prey on other animals, she and her cubs would not exist in the struggle for survival, and the other animals would live. Morality, the concept of good or evil, only exists when there are clear directives about what is allowed and what is forbidden to do, whatever its cultural origin, as long as there is also the possibility of choosing whether to comply or not with those directives. Morality and nature are mutually incompatible. The natural act is performed without the need for a moral order to carry it out, and therefore it makes no sense to pretend to find morality in nature. Hence, morality has meaning when there is a demand to deviate from nature, to restrict nature, to overcome the natural instinct, to strive. The commandments of the entire Torah and in particular, in the many commandments contained in this week's portion Parashat Mishpatim, constitute morality, good and evil versus nature. Thus, for example, the mitzvah "Thou shalt not follow the multitude to do evil; neither shalt thou speak in a cause, following many, to divert judgment" Exodus 23:2, is based on the conduct of an individual against a majority that does evil. Apparently by nature, there is an assumption that human beings tend to act like a herd. The Torah commands to transcend this “flock of sheep” nature in the human being and confront the majority, especially when the majority does evil. This is the attitude required also towards the weak in a society: the poor, the widow and the orphan. Perhaps the sorrow I felt when I saw that gazelle was because the lions directed their aggressive efforts precisely towards the most disadvantaged and weak of the herd, something that would make hunting easier for them, and there is no value of goodness or evil in their actions. The Torah demands that man should overcome the nature of going the easy way, and commands "Ye shall not afflict any widow or fatherless child" Exodus 22:22. This Mitzva requires us to overcome the natural desire to seek profit before the weak or disadvantaged. A person who behaves in such a way is described in the Torah as evil. Last week we learned from the tables of the ten commandments, that the first commandment is itself the belief in a God founded on the desire for freedom and the denial of slavery. It is not surprising, then, that the Parashat Mishpatim portion also opens with the command to free the Hebrew slave: “If thou buy a Hebrew servant, six years he shall serve; and in the seventh he shall go out free” Exodus 21:2. This mitzva speaks of the Hebrew slave, but the Torah's attitude towards the slavery of other peoples is more complex. In the years leading up to the American Civil War, prominent Jewish religious leaders in the United States engaged in a public debate, usually in writing, about the enslavement of colored people. In general, the rabbis of the southern states supported slavery, and the rabbis of the northern states opposed slavery, with many exceptions. The most notable debate was between Orthodox Rabbi Maurice Raphael, who supported slavery, and Reform Rabbis David Einhorn and Michael Heilprin, who opposed slavery and condemned it in the name of Judaism. The theological position of the rabbis who were in favor of slavery was supported by texts found later in the Torah regarding human nature, or the desire of human beings to be enslaved by their masters, for reasons of habit, fear, comfort and laziness, instead of choosing options of freedom and responsibility. The renowned psychologist Erich Fromm called this tendency "Alternative to freedom" which by the way still exists in people who prefer to be verbally attacked, even beaten or subjugated, especially in a family relationship, as long as their survival is assured, living in a comfort zone. Even against this natural desire of the human being to "enslave" him/herself, the Torah fights and even severely punishes those who give up the possibility of being free. In the haftarah of Parashat Mishpatim in the book of Jeremiah 34 verses 8 to 22, an interesting story deals with human weakness, fighting between the moral order of freedom and human nature to enslave. In the days of King Zedekiah, the people obeyed God's command by letting their Hebrew slaves go: “8 This is the word that came unto Jeremiah from the Lord, after King Zedekiah had made a covenant with all the people who were at Jerusalem to proclaim liberty unto them: 9 that every man should let his manservant and every man his maidservant, being a Hebrew or a Hebrewess, go free, that none should be served by them, to wit: by a Jew, his brother. 10 Now when all the princes and all the people, who had entered into the covenant, heard that every one should let his manservant and every one his maidservant go free, that none should be served by them any more, then they obeyed and let them go”. But the story continues and describes how the people repented of that good deed and once again renewed slavery. The story does not say explicitly why the people departed from the covenant written in the Torah and went back to enslave and exploit other Hebrew people, but it is clear from the continuation of the text at whom Jeremiah's accusing finger points: "19 the princes of Judah and the princes of Jerusalem, the eunuchs, and the priests, and all the people of the land”. It was precisely the leaders of the people, the ministers and the priests, who set the example and inspired the people to leave behind onerous moral precepts and return to their natural instinct within them. Indeed, throughout history, it is precisely the corrupt leaders who have resorted to dark instincts inherent in human nature, to sweep the masses away by offering them the easy way out, who remove the yoke of morality allowing a return to "animal nature", who exploits the weak and the most needy and incites against the stranger. But we also know from the lessons of history that their success was for a short term. This was also evident in the words of the prophet Jeremiah, who foresaw the destruction of the first temple, precisely because of this behavior. Jeremiah's prophecy is not only valid for his time in Jerusalem and the temple, but it is still relevant today. This country is about to hold elections to define its new leaders who will determine the political, social and economic life of this nation. The Torah asks us to be careful with any leader who allows the strong to live well at the expense of the weak, that allows that the rights of the poor, the widow and the orphan are violated, that avoids that we may live according to human values, and not under animal instincts, that avoids from us to be attentive to our nature and control it, to do good and achieve peace. In the Talmud in the tractate of Shabbat 31a, it is written: “Rabbah said, when a man is brought to his judgment day… (After his death) he will be asked the following: Did you make honest transactions?” This question would not be addressed solely to Jews, nor is there any mention of whether a particular Mitzva was fulfilled, or whether the prayers were performed in such a way, time or place. Judaism mentions universal concepts: Honesty, freedom and love for others, leading a life of righteousness and justice at a very high spiritual level. It may be interesting to keep in mind that in the end, as described in the book of Jeremiah, it is precisely about our conduct that we will be held accountable before the Creator of the Universe.
Shabbat shalom! Rabbi David Laor January 28th, 2022
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