“Momentos y Momentos”
Parashat Vaiakhel. B´nei Israel, 2019
Rabino Darío Feiguin
Cierro los ojos y sueño. Algunas veces sueño con mundos de fantasía, perfectos, en los que puedo vivir aquello que me es tan lejano en la realidad. En donde cada cosa está en el lugar que quiero; el más sublime y más hermoso.
Otras veces, cierro los ojos y sueño, pero aparecen pesadillas. Algo más allá de mi capacidad de control hace que las cosas se desarrollen hacia lugares oscuros y sinsentido, en los que soy víctima de mucho miedo y mi ser se llena de ansiedad.
Esto es fácil de entender, porque nos pasa a todos, casi todas las noches.
Lo que es más difícil de entender es cuando advierto que lo que estoy viviendo no es un sueño. Cuando noto que estoy con los ojos abiertos y que lo que veo no es ficción, ni producto de mi inconsciente, ni mi propia fantasía, sino la Realidad misma.
A veces, tenemos que pasar por realidades muy perfectas, pero principalmente por realidades muy difíciles para advertir y ser sensibles al hecho que la Vida es un sucesión de momentos buenos y malos. A veces muy buenos, y otras, muy malos.
Casi como los años de vacas gordas y flacas que supo interpretar Yosef frente a los intrigantes sueños del Faraón.
En los momentos de Gloria y bienestar uno no se pregunta por qué. En general uno da por hecho que lo merece.
Es en los momentos de prueba y desafío, cuando todo aparece oscuro e incomprensible. En esos momentos no entendemos nada. Nos reconocemos frágiles y vulnerables. Como diría el poeta del Unetane Tókef: como una quebradiza vasija de arcilla que cualquier golpe la rompe.
En esos momentos no hay lugar para la música y la poesía, la danza y la alegría. Sólo es posible hacerles frente con mucha Fe, y especialmente con mucho Amor.
Nos estamos acercando al final del libro de Shemot, y es precisamente ésto lo que aparece una y otra vez en los relatos de la Torá.
En medio del desierto, los hijos de Israel vivieron momentos de gloria, como el cruce del Mar y la Revelación en Sinai. Pero también vivieron momentos de prueba: de sed, de hambre, de crisis sociales, políticas y religiosos.
La Torá no es un libro de cuentos infantiles ni de historias épicas. Todos estos relatos tienen que ver con nuestras vidas. Nos vemos reflejados en esos relatos, vivimos las mismas historias y los mismos dramas.
También para cada uno de nosotros, desde un lugar existencial, nuestro paso por la vida es como una travesía por un desierto. No hay caminos trazados, sino aquellos que decidimos voluntariamente recorrer. Buscamos un horizonte que siempre permanecerá inalcanzable. Mientras tanto, vivimos momentos de prueba y desafío, y también de belleza y celebración.
Y es cierto. No entendemos por qué. Ni por qué debemos pasar por pruebas como la de Avraham Avinu, que nos aprietan hasta el límite, cuando preguntamos a Dios por qué; ni tampoco por qué, de repente, sentimos una chispa de felicidad, cuando por lo general no le preguntamos a Dios nada.
Decía que nuestra energía en esos momentos que parecen pesadillas con los ojos abiertos, debe estar puesta en la Fe y el Amor.
Ésta es la fórmula para poder superarlos. Para vivenciar la tristeza incontenible frente a nuestra impotencia más frágil.
Al mismo tiempo, cuando vivimos estas situaciones de pesadilla, no deberíamos suponer que continuarán para siempre.
Porque si no es mañana, será pasado-mañana, que nos tocará vivir de los otros momentos: los de agradecimiento, festejo, y celebración de la Vida.
Esos momentos en los que las lágrimas son de felicidad y emoción; en donde la alegría nos impulsa a volver a ponernos de pie a intentarlo otra vez, a creer que esta vez si va a salir bien.
El capítulo 3 de Kohelet comienza diciendo que hay en la vida un tiempo para cada cosa: para nacer y para morir, para reir y para llorar, para enfermar y sanar, y para caer y para levantarse de nuevo.
Cuando la Torá nos dice que hay que estar preparados para la cal y la arena, esto significa que lo único irreversible es la muerte; y que mientras tanto, no deberíamos dejarnos doblegar por la idea de un destino predeterminado, ni por una depresión ante las vivencias de crisis y desafíos.
Cuando abro los ojos y dejo de soñar, podré llorar o reír, callar o cantar; podré apelar a la Fe y al Amor, a la música y al baile, pero siempre con la certeza de que ningún momento es para siempre.
Estar preparados para esto, nos va a permitir recomenzar una y otra vez, con coraje y con energía, con más integridad y más Shalom.
"Moments and Moments"
Parshat Vaiakhel. B'nei Israel, 2019
Rabbi Darío Feiguin
I close my eyes and sleep. Sometimes I dream of fantasy worlds, perfect worlds, in which I can live what appears so distant in reality. Where everything is right in the place I want; The most sublime and most beautiful.
Other times, I close my eyes and sleep as well, but nightmares appear instead. Something beyond my ability to control it, makes things go into dark places and nonsense, in which I’m a victim of a huge fear and my being is left full of anxiety.
This is easy to understand, because it happens to us all, almost every night.
What is harder to understand is when I realize that what I am living is not a dream. When I notice that I am with my eyes open and that what I see is not fiction, neither product of my unconscious, nor my own fantasy, but reality itself.
Sometimes, we have to go through very perfect realities, but mainly through very difficult realities to notice and be sensitive to the fact that life is a succession of good and bad moments. Sometimes very good ones, and sometimes terrible ones.
Almost like the years of fat and skinny cows that Yosef was able to interpret when faced the intriguing dreams of Pharaoh.
In moments of glory and well-being you do not ask why. In general, you assume that you deserve it.
It is in moments of trial and challenge, when everything appears dark and incomprehensible. In those moments we do not understand anything. We recognize ourselves as fragile and vulnerable. As the poet of the Unetaneh Tokef would say: “like a brittle clay vessel that any blow can break”.
In those moments there is no place for music and poetry, dance and joy. It is only possible to face them with a lot of Faith, and especially with much Love.
We are nearing the end of the book of Shmot, and it is precisely this what appears again and again in the stories of the Torah.
In the middle of the desert, the children of Israel lived moments of glory, like the crossing of the Sea and the Revelation in Sinai. But they also experienced moments of trial: of thirst, of hunger, of social, political and religious crisis.
The Torah is not a book of children's stories or epic stories. All these stories have to do with our lives. We see ourselves reflected in those stories, we continue to live the same stories and the same dramas over and over.
Also for each of us, from an existential place, our passage through life is like a journey through a desert.
There are no marked paths, but those that we voluntarily decide to go through. We look for a horizon that will always remain unattainable. Meanwhile, we live moments of trial and challenge, and also of beauty and celebration.
And it is true. We do not understand why. Nor why should we go through trials like the one of Avraham Avinu, trials that squeeze us to the limit, making us to ask God why; nor why, suddenly, we feel a spark of happiness, when we usually do not ask God anything.
I was saying that our energy in those moments that seem like nightmares with our eyes open, should be focused in Faith and Love.
This is the formula to be able to overcome those. To experience uncontainable sadness in the face of our most fragile impotence.
At the same time, when we live these nightmarish situations, we should not assume that they will continue forever.
Because if it is not tomorrow, it will be the day after tomorrow when we will live the other moments: those of gratitude, celebration, and celebration of Life.
Those moments in which the tears will be of happiness and emotion; when joy encourages us to get back on our feet and try again, to believe that this time it will turn out well.
Chapter 3 of Kohelet begins by saying that there is a time in life for everything: to be born and to die, to laugh and to cry, to fall ill and to be healed, and to rise again.
When the Torah tells us that we must be prepared for lime and sand, this means that the only irreversible thing is death; and that in the meantime, we should not let ourselves be overcome by the idea of a predetermined destiny, nor by depression in the face of the experiences of crisis and challenges.
When I open my eyes and stop dreaming, I can cry or laugh, shut up or sing; I will be able to appeal to Faith and Love, to music and dance, but always with the certainty that no moment is forever.
Being prepared for this, will allow us to start again and again, with courage and energy, with more integrity and more Shalom.
Translated by Max Pérez
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