Cantar junto a Dios
B´nei Israel, 2019
Rabino Darío Feiguin
Sí tuviéramos que elegir cuál es la Tefilá más importante del Sidur, muchos de nosotros elegiríamos el Shemá: שמע 'שראל הי אלהינ׀ הי אחד Oye Israel, Adonai es nuestros D´s, Adonai es único.
Es interesante, porque para los rabinos, el Shemá ni siquiera era una Tefilá. No decimos: ¨Tefilat Shemá´, como diríamos sobre la Amidá, por ejemplo. Decimos: ¨Kriat Shemá¨; es decir, la lectura del Shemá. Estos párrafos bíblicos que recuerdan una y otra vez la señal ( א׀ת en hebreo); esa brújula, ese horizonte que la Torá debe ser para nosotros. De hecho, el Shemá debe ser leído y no recitado de memoria.
De ésos párrafos, el primer versículo de Deuteronomio es el más fuerte. Lo decimos compenetrados en nosotros mismos, cerrando los ojos, o tapándonos con el Talit, y tratando de poner intención en cada palabra. En algunas sinagogas se dice de pié, como para demostrar su importancia. En otras, como en la nuestra, se lo pronuncia como una especie de mini-meditación; tomando mucho aire entre cada palabra, dándonos tiempo para respirar, y pronunciando cada palabra hasta largar todo el aire que tenemos.
Está claro que la importancia del Shemá está en la afirmación monoteísta. En la declaración de nuestra fe. A partir de un Dios único, desde cuya perspectiva, todos somos iguales. Como hermanos ante un Padre, el monoteísmo da lugar a la ética.
El Monoteísmo ético del Shemá es su mensaje más contundente.
Pero hay otro mensaje, que no queda tan claro, y cuya importancia es para mí, cada día mayor.
El Shabat pasado fue Shabat Shirá, el Shabat de la música, en el cual leímos en la Torá sobre el canto y las danzas de Miriam y el Pueblo de Israel al cruzar el Mar de los Juncos y salir hacia la Libertad.
Es en éste contexto en el que resulta elocuente la primer palabra del Shemá Israel: La palabra Shemá = escucha.
Muchos creen que un buen músico es quien ejecuta un buen instrumento, o quién tiene buena voz, o quién sabe leer un pentagrama.
Les voy a contar 1 secreto: La música comienza en el oído, con la capacidad de escuchar.
Cada uno debe intentar buscar su propia melodía. Cuál será? ¿Qué melodía quiero interpretar? ¿Me gusta la que estoy haciendo ahora?
Cada uno debe buscar su propio ritmo. Escuchar el ritmo de su corazón. Advertir el ritmo de su respiración. No es casualidad que el PRANA del hinduismo tenga su paralelismo en el alma, de acuerdo a nuestra tradición judía.
Las 3 palabras que hablan del alma tienen que ver con nuestra respiración:
Nefesh en el idioma bíblico significa garganta.
Rúaj significa espíritu, pero también viento.
Y Neshamá es alma, pero es Neshimà= respiración.
Escuchemos el ritmo de nuestro cuerpo, el de la Naturaleza, con sus atardeceres ya amaneceres; los momentos mágicos en los que solemos decir el Shemá.
Cada uno debe buscar su melodía y su ritmo, pero tratando de escuchar y dialogar con la música del otro. Cuando no nos sale, se produce una cacofonía. Pero cuando nos sale, surge la armonía. Es ahí, en el momento en que se ponen de acuerdo mi melodía y ritmo con las tuyas, dónde se produce el milagro de la música, no porque ambos hagamos lo mismo, sino porque aceptamos las diferencias y nos escuchamos.
Quiere decir, que hay un mensaje ético en hacer música. No sólo escucharse, sino escuchar a los demás.
Dicen algunos que Dios nos dio 1 sola boca y 2 oídos, para hablar la mitad de los que escuchamos. Y tal vez sea cierto, esto de que hoy por hoy, hablamos unos encima de otros y no nos escuchamos, en una suerte de cacofonía que nos lleva a la sordera moral.
Le está pasando al Mundo, pero nos está pasando a c/u en su casa, en su trabajo, en su escuela, en todos los marcos sociales.
Comparto esto con porque acabamos de leerlo en la Torá, sino también, y también porque recuerdo que fue el tema que elegimos desarrollar hace algunos años en un Majanéde niños y jóvenes. Siempre elegimos para Majané un tema Central que haga de hilo conductor a todas nuestras actividades. Allí, más de 70 jóvenes nos tomamos una pausa del ruido de la ciudad, para respirar; es decir, para escuchar el rúaj de nuestra Neshamá. Durante esos días, tratamos de entender que si afilamos nuestra capacidad de escuchar, seremos más receptivos no sólo a la música, sino también a las almas de los demás, e incluso a Dios.
Los más grandes, en nuestras tefilot matutinas, tratamos de escuchar nuestro canto armónico, mediante un ejercicio meditativo de concentración y consciencia.
Los más chicos, jugamos a escucharnos y escuchar los sonidos de una Creación Divina que siempre supera por lejos toda obra arquitectónica por más majestuosa que parezca.
Escuchar, escucharnos, respirar, decir sólo lo importante, desde el alma y hacia el alma.
Dicen los rabinos que aquello que sale sinceramente del corazón, llega al corazón.
דברים היוצאים מן הלב נכנסים אל הלב
Esta es la Shirá que estremece y conmueve. Siempre nueva, siempre distinta, siempre espontánea y sincera.
¡Shirú ladonai Shir Jadash!
Cantemos esta nueva canción a Dios.
Cantemos juntos, con Dios.
Singing together with God
B´nei Israel, 2019
Rabbi Darío Feiguin
If we had to say which Tefilah in the Siddur is the most important one, many of us would pick the Shemah: שמע ישראל הי אלהינו הי אחד
Hear, Oh Israel: The Lord is our God, the Lord is one.
This is quite interesting, because according to the Rabbis, the Shemah was not even a Tefilah. We don’t say: “Tefilat Shemah”, as we would do when referring to the Amidah. We say: “Kriat Shema”; that is to say, the reading of the Shemah. Those biblical lines focus once and again on the sign (אות in Hebrew), on the compass or the horizon that the Torah should mean to all of us. In fact, the Shemah should be read and not memorized.
Within those paragraphs, the first verse from the book of Deuteronomy is the most powerful one. We fully concentrate to say this line, with eyes closed or covered with our Tallit and trying to convey full meaning to each word. In some synagogues, it is necessary to stand up, as if to show its importance. In others, we recite it in some sort of short meditation –we inhale as much air as possible between words, taking the time to breathe and uttering each word so that we let out all the air inside of us.
Clearly, the importance of the Shemah lies in its affirmation of Monotheism, in its declaration of our faith. It conveys the idea of just one G’d to whom we are all equal. As brothers in front of a Father, monotheism allows for ethics.
The ethical Monotheism of the Shemah is its most overwhelming message. However, there is another message, not so evident and yet, to me, increasingly more important.
Last week was Shabbat Shirah, the Shabbat of music, when we read in the Torah about Miriam’s chanting and dancing together with the people of Israel, as they crossed the Sea of Reeds on their way towards Freedom.
It is in this context that the first word of the Shemah Israel becomes more eloquent. The word Shemah = listen.
Many people think that a good musician is one who plays an instrument well or sings nicely, or one who knows how to read a pentagram.
Let me tell you a secret: Music starts in your ear, with the ability to hear and listen.
Every person should try to find their own melody. Which one is mine? What melody do I want to perform? Do I like the one I am playing now?
Every person should seek to find their own rhythm. We should listen to the rhythm of our heart. We should become aware of the rhythm of our breathing. It comes as no surprise that Hinduism’s PRANA should have a parallel in our soul, according to our Jewish tradition. The three words that refer to the soul are related to the act of breathing:
Nefesh in Biblical language means throat.
Ruach means spirit, but also wind.
And Neshama is soul, but it is also Neshima = breathing.
Let’s then listen to the rhythm of our body, of Nature, with its sunsets and sunrises –those magical moments when we use to say the Shemah.
Each person should seek for their own melody and rhythm, while trying to listen and to hold a conversation with the music of our fellow being.
When this is not possible, there is cacophony. But when we succeed, harmony appears. It is then, when my melody and my rhythm come to an agreement with yours, that the miracle of music occurs, not because we both do the same thing, but because we welcome our differences and listen to each other.
This all means that there is an ethical message in music playing. Not just by listening to ourselves, but by listening to others.
Some say that God gave us one mouth and two ears in order for us to listen twice as much as we speak. And maybe this is true, since today we tend to speak on top of others without listening, in a sort of cacophony that leads to moral deafness. This is happening to the World, but it also happens to each one of us at home, at work, at school and in every social framework.
I remember that this was the main educational subject of a two-week long Summer Camp, in Argentina some years ago. We always choose a central idea to be developed in our activities. Over 70 young ones, including myself, took a rest from the noise of the big City, in order to breathe; that is to say, to listen to the Ruach of our Neshama. During those days, we tried to see how by improving our listening abilities, we could get to be more receptive not only to music, but to the souls of others, and also to God.
In our morning tefillot, the eldest ones tried to listen to our harmonic singing through exercises of meditation, concentration and awareness.
The youngest ones played games aimed at listening to ourselves as well as to the sounds of the Divine Creation, which always exceeds by far any architectural work, no matter how magnificent it may look.
Listening to others, listening to ourselves, breathing, saying only what is meaningful, from the bottom of our soul and to our souls.
The Rabbis say that what comes truly from the heart, reaches the heart. דברים היוצאים מן הלב נכנסים אל הלב
This is the Shirah that shakes and moves us. Always new, always different, always spontaneous and sincere.
Shiru l’Adonai Shir Chaddash!
Let us sing this new song to God.
Let us sing together, with God.
Comments