Rituales, Pureza y cercanía
Parashat Vaikrá, B´nei Israel, 2017
Rabino Dario Feiguin
El libro de Vaikrá, que comenzamos a leer esta semana, es uno de los más difíciles de entender para el Hombre moderno.
Quizás, porque tiene que ver con el culto de los sacerdotes. De hecho se conoce en la tradición rabínica como “Torat Kohanim", la enseñaza de los sacerdotes.
Quizás, porque los temas que trata nos son tan lejanos, que cuando los leemos nos aburren. Los tomamos como un eslabón superado en nuestra historia. Como algo que ya fue y que no tiene relevancia para la actualidad.
El libro comienza con la palabra Vaikrá, con una Alef más chiquita de lo normal. Uno de los Midrashim dice que es así, porque es el libro con el cual los chicos se iniciaban en el estudio de la Torá, en donde aparecen casi la mitad de las 613 mitzvot.
Yo me resisto a pensar así. Si fuera sólo un cuentito para chicos, o una historieta del pasado que ya no nos dice nada hoy en día, no habrá necesidad de leer la Torá todos los Shabatot, todos los años, ni repetir siempre lo mismo.
Pero de pronto, abro Vaikrá, y me abruma un poderoso insight, de esos que aclaran, aún cuando parecieran venir en un idioma y un formato obsoletos. En este caso, me enseña sobre lo que significa construir una Comunidad.
Tal vez, la Alef chiquita venga a hablarnos de que no importa cuán pequeña es nuestra
Comunidad, ni cuán difícil nos sea lograr mantener viva la llama del Judaísmo. Que de todas maneras, no vamos a claudicar en el intento.
Quisiera compartir con ustedes 3 elementos que aprendo de esta Parashá, y que hacen directamente a la construcción comunitaria.
El primer elemento tiene que ver con los rituales. Estas conductas repetitivas y mecánicas que todos tenemos, desde que nos levantamos, vamos al baño, leemos el diario con el especial interés en lo que pasa en Israel, nos bañamos, nos afeitamos, tomamos algo caliente, etc; estos rituales nos hacen sentir en casa. Volvemos hacia algo conocido y nuestro, en donde nos sentimos bien. Fíjense qué nos pasa cuando nos falta nuestro baño y cuando no tenemos nuestro ritual material. Algo importante nos falta.
Yo creo que los rituales nos invitan una y otra vez a volver a casa, a lo conocido y querido, a lo nuestro.
Junto con esto, hubo en nuestra tradición un proceso de maduración y democratización del ritual. Acá en Vaikrá, el Kohén es una especie de intermediario entre Dios y el Hombre. Pero poco a poco en la Historioa Judía, es cada individuo quien se va haciendo cargo de sus propios rituales, sin intermediarios y sin alguien que haga las cosas por él.
Una comunidad debería ser un Santuario en el cual los Tiempos consagrados a través de rituales, nos hacen volver una y otra vez a casa, a lo conocido y querido, a lo íntimo y propio.
El segundo elemento que encuentro en Vaikrá y que me enseña sobre qué es una Comunidad, es el que habla de pureza e impureza. El libro de Vaikrá dedica un enorme esfuerzo a establecer una diferenciación clara y contundente entre aquello que se puede y aquello que no.
Pero además, se esfuerza por destacar y ponderar la pureza, desde aquella que es la antítesis de la enfermedad, hasta la pureza del espíritu, la pureza de una sonrisa sincera, la ingenuidad pura de la entrega, la amistad pura y sin interés, la pureza de mostrarse sin caretas y sin hipocresía, tal cual uno es.
Una Comunidad debería ser un espacio que propicie el florecimiento de los sentimientos más puros, aquellos que nos abren el camino hacia Dios: la sensibilidad y el amor.
El tercer elemento de esta Parashá tiene que ver con los Korbanot: los sacrificios y las ofrendas. Están explicitados un montón de Korbanot para cada caso y cada situación. Estamos juntos, pero no mezclados ni masificados.
Cada individuo es un universo en si mismo. Cada uno tiene sus tzures y sus festejos, sus conflictos y sus miserias, y esta dimensión es tan importante en la construcción Comunitaria como el éxito medido por la cantidad.
Pero hay algo más. Uno puede suponer que para pertenecer hay que hacer sacrificios: pagar la cuota y hacer donaciones, venir y trabajar en comités, dar tiempo e ideas.
Pero uno puede entender los Korbanot de otra manera. No como un sacrificio en donde uno da y se queda con menos. Sino como una forma de dar, en la cual, misteriosamente, al dar, también recibo. Es como un dar luz o fuego. No me quedo con menos, sino nos quedamos entre todos, con mucho, muchísimo más.
Por eso este tipo de ofrenda se llama Korbán, de Karov= cercano; porque nos permite acercarnos y hacer algo más grande entre todos.
Una Comunidad debería ser el espacio en el que cada individuo sea valorado por lo que es, y en donde haya una conciencia de que: dar a la Comunidad es también darse a uno mismo.
Es verdad que Vaikrá es un libro difícil, que requiere Midrash. Pero es verdad también que su mensaje es más que histórico y anecdótico.
Nos confronta con valores e ideas fundamentales. Algunos de ellos, como vimos hoy, nos sirven para re-plantearnos qué Comunidad queremos.
En lo personal, sueño con Una Comunidad que me haga sentir en casa, que me permita y se abra a mis sentimientos más puros, y en donde me pueda sentir cerca de las personas y de Dios.
Ese es el llamado de Vaikrá, aún con una Alef chiquita, que nos convoca a intentarlo con humildad, pasión y Shalom.
Rituals, Purity and Closeness
Parashat Vayikra, B´nei Israel, 2017
Rabbi Dario Feiguin
The book of Vayikra, which we begin to read this week, is among the hardest to understand in our modern world. Perhaps this is because it deals with the cultic practices of the priests. In fact, in rabbinic tradition, the book is known as “Torat Kohanim," the teaching of the priests.
Perhaps it is because the book covers subjects that are so distant that they can bore us as we read about them. We consider them to be a piece of our history that we have moved on from, something that once was, but that no longer has relevance.
The book begins with the word vayikra, with the alef written smaller than normal. One of the midrashim says that the reason for this is the fact that children began their study of Torah with this book, in which nearly half of the 613 mitzvot appear.
I don’t see it this way. If it were only a children’s story, or a vestige of the past that does not have meaning in our times, there would be no reason to read the Torah every Shabbat, every year, repeating the same things.
And then, I open Vayikra, and I am struck by a powerful insight, one of those that shed new light, even though it is stated in seemingly outdated language and form. In this case, it teaches me what it means to build a community.
Perhaps the small alef is intended to show us that the size of our community is not what matters, nor how difficult it might be to keep the flame of Judaism alive; in any event, we will never abandon the task.
I would like to share three elements that I take away from this parasha that have direct relevance to the building of community.
The first has to do with rituals, those actions we perform mechanically, over and over, from the moment we get up – using the bathroom, reading the newspaper with particular attention to what is happening in Israel, bathing, shaving, drinking a cup of coffee, etc. These rituals make us feel comfortable. We come back to things that are familiar and personal, and that make us feel good. Think about how we feel when we don’t get to take a shower or miss another part of our ritual. Something important is missing!
I believe that rituals invite us to come home, over and over, to that which we know and love, that which is ours.
In addition, in our tradition, there was a maturation and a democratization of the ritual. Here in Vayikra, the Kohen is a sort of intermediary between G-d and man. However, litle by little throughout Jewish history, each individual became responsible for the rituals directly, without intermediation.
A community should be a sanctuary in which moments made sacred through ritual cause us to come home to that which we know and love, that which is intimate and ours.
The second element that I find in Vayikra that teaches me about community is the discussion of purity and impurity. The book of Vayikra dedicates considerable effort to establishing clear, categorical differences betweeen that which is acceptable, and that which is not.
Furthermore, it goes to great lengths to underscore and detail aspects of purity – for example, as the antitheis of illness; the purity of the spirit; the purity of a sincere smile; the purity of a disinterested friendship; the purity of being who you really are, without masks or hypocrisy.
A community should be a space that promotes the flowering of the purest of sentiments, those that open a path to G-d – sensitivity and love.
The third element of this parasha concerns the korbanot, the sacrifices and offerings. Numerous different types of korbanot are described, each for a different case or situation. We are as one, but we are distinct, specific.
Each person is a universe unto him or herself. Everyone has their tzures and their celebrations, their conflicts and their miseries. This dimension is as important in the construction of community as the success measured by material gain.
There is something more. One might assume that you have to make sacrifices in order to belong – pay the membership fee, make donations, work on committees, give of you time and ideas.
But you can understand the korbanot in anoher way, not thinking about sacrifices in terms of giving and then having less, but rather as an act in which by giving, I am mysteriously also receiving. It is like a fire. I don’t end up with less, but instead, all of us end up with more, a lot more.
It is for this reason that this type of offering is called a korban, which derives from the word karov meaning “close by,” because it allows us to come closer to each other and make somehting larger.
A community should be a place in which each person is valued for who they are, and in which there is a sense that giving to the community is giving to oneself.
It is true that Vayikra is a difficult book, that requires midrash. But it is also the case that its message is much more than ancient history.
It brings us face to face with fundamental values and ideas. Some of these, as we have seen, help us think about the community we would like to have.
Personally, I dream of a community that makes me feel at home, that lets me express my purest feelings, and where I feel close to the people, and to G-d.
This is the message of Vayikra, even with a small alef, calling us to take on these tasks with humility, passion and shalom.
Translated by Phil Gelman
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