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5768 - Truma - Rabino Rami Pavolotzky

Prédica Parashat Truma 5768

Rabino Rami Pavolotzky

La Parasha de esta semana comienza con la orden de D”s a Moshe de construir el Mishkan, el Tabernáculo, que sería el santuario móvil del pueblo de Israel en el desierto, y que inspiraría la construcción del Gran templo de Jerusalén muchos años más tarde.

Ahora bien, para construir un santuario se necesitan recursos materiales bien concretos: ¿quién habría de aportarlos? La Tora es muy clara con respecto a este punto cuando dice: “Habla a los hijos de Israel y que tomen/separen en mi nombre ofrenda. De todo hombre, a quien voluntariosamente mueva su corazón, habréis de tomar ofrenda para mi” (Shemot 25:2).

D”s mismo es quien le ordena a Moshe que pida la colaboración económica voluntaria de todo el pueblo para construir el Mishkan. Fíjense bien: D”s no “regala” los materiales, sino que insta a todos a colaborar. Tampoco pide que solo los más ricos donen dinero, sino que pide que el corazón de cada uno dicte lo que debe hacer. Todos son invitados a ayudar.

Creo que la idea que está detrás de este pedido es muy simple y sabia a la vez: si se pretendía que el Mishkan fuera el santuario de todo el pueblo, entonces todo el pueblo debía colaborar para su construcción. Si D”s lo hubiera regalado, entonces posiblemente la gente no lo hubiera apreciado tanto. Si solo los más ricos hubieran donado dinero, entonces por un lado creerían que es solo de ellos, y por otro lado la gran mayoría no lo asumiría como propio. El hecho de que todos fueran invitados a donar, haría de este santuario un elemento de pertenencia popular.

El Mishkan fue sin dudas el primer gran proyecto conjunto del pueblo judío. Pero este modelo básico de acción mancomunada lo copiamos una y otra vez. En todo tiempo y lugar debimos edificar sinagogas, escuelas, clubes deportivos o de esparcimiento, cementerios, etc. Y casi siempre volvimos a aplicar con éxito la fórmula del Mishkan: todos debemos colaborar. Además, todos sabemos que no alcanza con construir, sino que luego hay que mantener lo construido: también en este sentido sabemos que el mejor camino es unir nuestras fuerzas y que cada uno aporte cuanto pueda para sostener y desarrollar nuestras instituciones.

Hay quienes creen que solo los más ricos deben donar para que las comunidades vivan y florezcan, pero esta opinión va claramente contra la tradición judía. Por supuesto que no todos tenemos las mismas posibilidades de dar: hay quienes pueden dar muchísimo y hay quienes no pueden dar casi nada… lo importante es que cada uno haga el esfuerzo a su medida. Como dice la Tora, cada uno debe dar según su corazón.

Me gustaría contarles un cuento que me contó esta semana la rabina Daniela. Cuenta la historia que hace muchos años había un próspero reino que vivía de sus viñedos. El suelo y el clima en los que se encontraba este reino producían las vides más sabrosas y delicadas de todo el mundo. La producción de vino alcanzaba para mantener en excelente estado las finanzas reales, mientras que los súbditos del rey vivían en condiciones por mucho superiores a los hombres de reinos cercanos.

Cierta vez, un rey bondadoso tomó una medida para beneficiar a todos los habitantes del reino: ya no cobraría más impuestos a nadie. A cambio, un día al año pediría que cada persona del reino colaborara con un litro de su mejor vino. Dado que los habitantes del reino se contaban por miles, el rey sabía que con las ganancias por la venta del litro aportado por cada habitante, podría mantener sus finanzas saludables. Todos los súbditos del rey festejaron con gran alegría la medida real y cantaron loas en su nombre.

Pues bien, el día de la colecta anual del mejor vino pronto llegó: miles y miles de personas se presentaron ante un inmenso barril con capacidad para miles y miles de litros. Cada uno esperó pacientemente para depositar su litro de vino. Al otro día, el rey reunió a todo su pueblo para festejar el fin de la primera colecta anual del mejor vino. Dio un discurso encendido y para finalizar ordenó a uno de sus sirvientes que le sirviera del enorme barril, una copa del mejor vino del reino. Grande fue su sorpresa cuando vio que el líquido que salía no tenía el menor color… parecía agua. Pidió servir otra copa y nuevamente salió un líquido sin color. Finalmente los sabios del reino establecieron que el enorme barril estaba lleno de simple y pura agua.

-¿Qué habría ocurrido?- se preguntó el rey. Uno de sus consejeros se lo explicó: los habitantes del reino pensaron que si ponían agua en lugar de vino nadie se daría cuenta… después de todo, un litro de agua en miles y miles de litros de vino no puede notarse de ninguna manera. Sin embargo, lo que no tuvieron en cuenta es que todos los demás pensaron lo mismo, y lo que finalmente sucedió es que todo el mundo llevó agua.

Esta historia es muy clara: no podemos creer que si nosotros no aportamos nada ocurre, pues hay otros que sí van a aportar. Si todo van a pensar que son los demás los que van a dar, entonces nadie va a dar nada. Si queremos construir y mantener comunidades judías fuertes y pujantes, si queremos tener niños, jóvenes y adultos que aprendan y vivan el judaísmo con alegría y dedicación, entonces todos debemos aportar. Los que pueden dar más, darán más; los que pueden dar menos, darán menos, todos entendemos que no todos podemos dar lo mismo. Pero es absolutamente necesario que todos colaboremos: el pueblo judío es de todos y todos nos debemos preocupar por él.

El versículo que nombré al principio dice que D”s pidió al pueblo que tomen una ofrenda en su nombre. Es interesante que se utilice aquí la palabra “tomar”, en lugar de la palabra “dar”. Quizás la Tora nos esté insinuando que para tomar, para recibir, primero debemos aportar, primero debemos dar. Todos queremos disfrutar del judaísmo y sus instituciones… por eso todos debemos dar.


¡Shabat Shalom!

 

Sermon Parashat Terumah 5768

Rabbi Rami Pavolotzky

This week’s parasha begins with G-d’s command to Moshe to build the Mishkan, the Tabernacle, which will be the movable sanctuary of the People of Israel in the wilderness and will inspire the building of the Great Temple of Jerusalem years later.

Now well, to build a sanctuary very specific material resources are needed: who will give them? The Torah is very clear regarding this point when it says: “Speak unto the children of Israel, that they take/ separate for Me an offering; of every man whose heart maketh him willing ye shall take my offering” (Shemot 25:2).

G-d Himself is who commanded Moshe to ask for voluntary economical cooperation from all the people to build the Mishkan. Look out: G-d does not “give” the materials, but urge them to collaborate. He does not ask that only the rich people can donate money, but He asks that everyone’s heart dictate what to do. Everyone is invited to help.

I think that the idea behind this request is very simple and wise at the same time: if it was intended that the Mishkan were a sanctuary for the whole people, then everyone should collaborate for its construction. If G-d had given it, then maybe the people would not have appreciated it much. If only the rich had given money, then they would believe it belonged only to them; on the other side most of them would not assume it as their own. The fact for all to be invited to donate, would have been to make of this sanctuary a people’s belonging element.

The Mishkan was doubtless the first joint project of the Jewish people. But this basic model of combined action we copy it over and over. In every time and place we had to build synagogues, schools, sports or recreation clubs, cemeteries, etc. And almost every time we had to apply successfully the same formula of the Mishkan: all of us must collaborate. Also, we all know that it is not enough to build, but we have to maintain what is built; in this sense we know that the best way is to join our forces and that each one bring what he/she can give to sustain and develop our institutions.

There are those who believe that only the rich must donate for the communities to live and bloom, but this opinion is clearly against the Jewish tradition. Of course not all of us have the same possibilities to give: there are those who can give very much and those that can give almost nothing… the most important thing is that each one makes an effort as possible. As the Torah says, “each one give according to his heart”.

I would like to tell you a tale rabbi Daniela told me last week. The story says that many years ago was a prosperous kingdom that made its living from its vineyards. The ground and the climate where this kingdom was settled produced the most delicious and delicate vines in the whole world. The wine production was enough to maintain an excellent royal financial state, while the king’ subjects lived in superior conditions than the men of nearby kingdoms.

One day, a kindhearted king made a measure to benefit all the kingdom’s inhabitants: he won’t charge more taxes to anyone. Instead, one day per year he will ask that each person of the kingdom collaborate with a liter of the best wine. Given the inhabitants of the kingdom were counted by thousands, the king knew that the profit for the sale of the wine given by each inhabitant could maintain healthy his finances. All the subjects of the king celebrated with great joy the royal measure and they sang praises to his name.

Well, the day of the annual collection of the best wine soon came: thousands and thousands of people came before a huge barrel with capacity for thousands and thousands of liters. Everyone waited patiently to deposit his liter of wine. The following day, the king reunited all the people to celebrate the end of the first annual collection of the best wine. He gave a fervent speech and at end he commanded one of his servants to serve him from the big barrel a glass of the best wine of the kingdom. Great was his surprise when he saw that the liquid that came out had no color… it seemed water. He asked for another glass and again liquid colorless came out. Finally the sages of the kingdom established that the big barrel was filled with simple and pure water.

- What could have happened?- the king asked. One of his counselors explained: the inhabitants of the kingdom thought that if they put water instead of wine no one will notice… after all, a liter of water in thousands and thousands of liters of wine can’t be noticed anyway. Nevertheless, what they did not take in account is that everyone else thought the same, and finally happened that everyone carried water.

This story is clear: we can’t believe that if we don’t contribute with anything, there are others who will. If everyone thinks that others will give, then no one will give anything. If we want to build and keep our Jewish communities strong and vigorous, if we want children, young people and adults to learn and live Judaism with joy and dedication, then all of us must contribute. Those who can give more, will give more; those who can give less, will give less, we all understand that we can’t give the same. But it is absolutely needed that all of us collaborate: the Jewish People it’s for all of us and all of us must worry about it.

The verse I mentioned at the beginning says that G-d asked the people to take an offering in His name. It’s interesting that the word “to take” is used instead of the word “to give”. Perhaps the Torah gives us a hint that for taking, for receiving, first we must contribute, we must give first. All of us want to enjoy Judaism and its institutions…that’s why we all must give.


Shabbat Shalom!

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